viernes, 12 de junio de 2020

El final de Rana-Man

Elf Carpenter era uno de los hombres más ricos del mundo, y aspiraba a ser el número uno. Su único objetivo era ese, conseguir más y más dinero sin importar el cómo. Hace años fue un empresario que se fue enriqueciendo a base de pisotear a sus compañeros, y con el tiempo empezó a recurrir a la ilegalidad para sus beneficios.
    No le tenía miedo a los criminales, pues trabajaban para él. Era el pilar más alto del crimen organizado de Rocket City, pero de cara al público actuaba, nadie imaginaría que habría un villano en las sombras de la ciudad. Tenía comprado a todo el mundo, desde bandas callejeras, pasando por ladrones, camellos... hasta llegar a asesinos, mercenarios y antiguos soldado.
    Un día Elf encontró de casualidad a un chaval de dieciocho años llamado Scott Sanders. No era un chico cualquiera, poseía habilidades especiales, como poder saltar a grandes alturas, llegando a superar algunos edificios y no importaba desde qué altura cayera, pues su piel es tan dura que podía sobrevivir a cualquier caída sin problemas. Elf le ofreció trabajo y Scott aceptó, y a partir de ese momento pasó a llamarse Rana-Man. Pero Scott no era el único con poderes que trabajaba para Carpenter; también estaba Rakira, que llevaba con él desde pequeña y junto a BlackSweater y Knifemare eran los asesinos personales de Elf. Rana-Man resultaba bastante útil para misiones de infiltración y robo debido a sus poderes, aunque su problemática actitud con sus compañeros obligó a Elf a cambiarle de puesto a vendedor de droga por las calles. Pero no dejó de ser una molestia y al cabo de los meses Scott dejó el trabajo para ir por su cuenta.
 
 El Sol salía por el horizonte, un día más comenzaba en Rocket City. La alarma sonó con fuerza justo a las ocho de la mañana, como estaba programada. Scott, que dormía en el sofá, probó suerte a apagarla con los ojos cerrados por el sueño que tenía. Le costó unos minutos, pero finalmente se levantó del sofa muy perezoso, recogió la sabana y bostezando se fue a dar una ducha.
    Los poderes de Scott tenían un inconveniente, cuanto más tiempo pasase su cuerpo sin mojarse en agua, más se iban debilitando: cada vez saltaría a menos altura y su piel se iría ablandando hasta ser una persona normal. Si quería recuperarlos debía mojarse. Por eso para        Rana-Man es importante ducharse todos los días, no le gustaría quedarse sin poderes un día en el que le peguen un tiro en el pecho.
    Después de la ducha se dirigió a su cuarto especial, en el que cultivaba la marihuana que luego vendía. Tenía cuatro enormes macetas muy frondosas, protegidas con un ventilador y unos extractores de aire para que la temperatura fuese la adecuada y que las plantas no fuesen atacadas por plagas. Tenía muy controlada la iluminación, estableció un ciclo de doce horas de luz y doce horas de oscuridad.
    Era la hora de salir. Scott se puso su traje de Rana-Man y metió toda la marihuana que ya estaba lista en cuatro paquetes que llevó hasta su coche. Ya casi era final de mes y Scott ya podía oler el dinerito que había conseguido con sus nuevos socios, las facturas del alquiler no se pagaban solas. Arrancó su coche verdoso de segunda mano y puso rumbo a su base secreta en el barrio Tiraflores. No se encontraba muy lejos de su casa, a un cuarto de hora más o menos.
    La base se trataba de un viejo almacén de algodón abandonado, tenía un patio trasero, rodeado de muros de ladrillo de unos tres metros de alto, con cristales rotos pegados en la cima para que nadie se colase; no llegaba mucho la luz del sol al pasar por encima las vías del tren cercanías de la ciudad. Cuando llegó, aparcó su coche en el garaje de la base. Adentro había una docena de personas moviéndose de un lado a otro, transportando las cajas que había por todas partes hasta las furgonetas del garaje. Tenían unas pintas muy parecidas, todos con camiseta de tirantes, pelo casi rapado...
    Entre los pasillos de montones de cajas se encontraban dos hombres apoyados en una mesa mirando un mapa de la ciudad, planificando algo. Uno de esos hombres era Ramón Jotase, el nuevo socio de Scott y el jefe de todos allí. Scott lo conoció unos meses atrás cuando dejó de trabajar para Elf Carpenter. A Ramón se le daba bien conseguir dinero con el tráfico de drogas y la delincuencia, y ese rollo iba con Scott.
    —¡Eh, Rana-Man! Por fin apareces—dijo Ramón.
    —Qué pasa. ¿Todo bien? Creo que me debes algo...
    Ramón sacó de sus bolsillos un fajo de billetes y se lo dio a Rana-Man.
    —Toma, aquí tienes tu parte de este mes—dijo sonriendo—. Mira este mapa, estamos planeando algo gordo para mañana.
Ramon Jotase era un tío muy activo, le gustaba tener planeado el más mínimo detalle de su trabajo, y todo ello siempre lo hacía con una sonrisa, algo que le molestaba a Scott, pero no tenía más remedio que soportarlo.
    —¿Reconoces el lugar?—dijo Ramón señalando el mapa.
Scott no tenía ni puta idea de qué lugar era.
    —¿Cuánto llevas viviendo aquí? Es San Pedro, es un barrio bastante famoso por estar bajo tierra, debajo de la montaña. No vive allí mucha gente, pero es una zona muy buena para comer comida rara, está llena de restaurantes. También está lleno de mercados y almacenes.
    —Y qué quieres, llevarnos a cenar o qué, Ramon—dijo Scott.
    —Escúchame, tonto. En unos almacenes de “algodón” de por allí se dice que Lupus esconde su mercancía de marihuana.
    —¿Lupus? ¡¿El pavo ese?!
    —Sí, es un pez gordo. Nuestro plan es...
    —¡Es mi ídolo!—gritó Scott, interrumpiéndole—. Hace lo que quiere, está forrado, la policía nunca le pilla... un crack.
    Ramón y los demás se quedaron mirando a Scott con una atónita cara de gilipollas hasta que decidió seguir.
    —Bueno—prosiguió—, estamos planeando una redada mañana por la mañana. Ya han terminado de llevar su mercancía allí, por lo que estos días habrá menos personal. Iremos a las nueve de la mañana, que es cuando sólo hay unos pocos vigilando.

    Ramón siguió explicando el plan al resto de su equipo. Rana-Man era imprescindible en la misión gracias a sus poderes, por eso debía conocer el plan con el más mínimo detalle. Aunque le costó prestar atención, al final logró enterarse.
    Después de explicar todo el plan, los chicos se fueron a hacer cada uno lo suyo, como seguir transportando cajas. Rana-Man se fue a una habitación pequeña que había en una de las esquinas del almacén, era el sitio dónde guardaban las armas. Entró y comenzó a limpiarlas y comprobar si estaban cargadas. Mientras lo hacía, Ramón entró silenciosamente a la habitación, y aunque Scott le oyó, no le hizo mucho caso y siguió limpiando las armas sin inmutarse con Ramón a su espalda.
    —Esa pistola ya tiene suficiente brillo—dijo Ramón.
    —Es mi pistola favorita. Estaba pensando en pintarla de rosa.
    —Rana-Man, ¿cómo es tu relación con mis compañeros? ¿Has notado algo raro?
    —Yo que sé, tío. No hablo nunca con nadie, no me interesa. ¿A qué te refieres con raro?
    —Creo que tenemos un topo entre nosotros, que posiblemente trabaje para Lupus.
    —¿Y sospechas de mí o algo?—dijo Rana-Man. Dejó de limpiar el arma y se giró hacia Ramón con los brazos cruzados—. Vaya mierda de topo sería si no hablo con nadie para sacar información, ja ja. Yo creo que es Mike, ¿le has visto la cara?
    —No creo que seas tú, eres tan tonto que es imposible. No se te da nada bien disimular. Pero ten cuidado, si notas algo avísame. Y una cosa... has dicho que Lupus era tu ídolo, ¿sabes de algo de sus supuestas habilidades?
    —¿Eh? No sabía que tenía habilidades.
    —Dicen que tiene la piel azul, y que esta maldito, por eso se comporta siempre como si estuviera drogado aunque no consuma nada. También puede provocar alucinaciones o algo así, bueno... eso es lo que dicen, no sé si habrá algo de verdad. Suena descabellado, pero tú también tienes poderes, así que... nunca se sabe. Debemos ir con cuidado.






Si pasas por San Pedro es probable que te resulte difícil saber si es de día o de noche . El barrio se encontraba dentro de una gigantesca cueva artificial en la montaña; por la que no entraba ni un rayo de sol, pero aún así contaba con iluminación. Por todo el techo de esa gigantesca cueva había instalados cientos de focos que iluminaban la zona. No iluminaban tanto como la luz natural del sol, dejaba mucha oscuridad por los rincones y daba al lugar un ambiente artificial, frío.
Por la noche estos focos se apagaban y la luz pasaba a las farolas y los letreros de neón que parecían estar de moda por allí.
    Los bares y restaurantes ya estaban cerrando, pero algunas discotecas seguían abiertas hasta la madrugada. Sin duda la peor discoteca se encontraba en el centro del barrio, la llamada “Malanoche” era la más ruidosa; las casas de su alrededor retumbaban constantemente con el sonido de su música.
    Un señor con traje junto a sus guardaespaldas atravesaron los callejones del barrio para dirigirse a ese lugar. Entraron por la puerta trasera, dónde había unos pasillos algo húmedos que servían como salida de emergencia. El retumbar de la música llegaba a ser molesto, pero el señor lo ignoraba tan bien que parecía sordo. Siguieron andando hasta llegar a subir unas escaleras en espiral algo pequeñas, tuvo que ir con cuidado pues era muy fácil tropezar. Llegaron a la planta de arriba, y el aspecto del edificio cambió por completo: todo estaba más limpio, había una alfombra que llevaba a una puerta de madera al final del pasillo y estaba lleno de guardias de seguridad; que no se sorprendieron por la llegada de este señor trajeado. Atravesaron la puerta de madera, los guardias le dejaron pasar.
    Llegaron a una habitación con una cristalera enorme en un lateral, que daba a la parte de la discoteca; incluso estando tan cerca, la música sonaba más bajo que en la calle. La habitación estaba hecha un desorden, todo lleno de botellas rotas, manchas de alcohol por el suelo, cojines del sofá en lugares aleatorios... Estaba algo a oscuras, las únicas fuente de luz eran las epilépticas luces de la pista de baile y una pequeña luz anaranjada en una esquina de la habitación. Esta luz alumbraba a un sofá, dónde había un tipo sentado. Tenía rastas que le llegaban hasta la espalda, la piel azul con pintura negra en la cara; vestía con ropa bastante ancha: era Lupus, la persona que buscaba el hombre trajeado. Le reconoció con facilidad.
    —Señor Lupus, ¿sabe quién soy?
    Lupus ni se movió, parecía ignorarle. Aún así él tipo siguió.
    —Soy Elf Carpenter, he venido a proponerle una colaboración, además... tengo información que le podría interesar.
    —¿Señor Lupus?
   —Que sí, que sí—respondió al fin—. Ya te he oído, que sí. Con lo agustito que estaba yo aquí apalancado. Muy bien, socio. Muy bien... muy bien... bien. Puedes irte.
    Lupus hablaba con una voz muy tranquila, casi parecía que estaba dormido.
    —Pero... ¿ quiere saber de qué trata?—Preguntó Carpenter. Aunque sus guardias se estaban empezando a poner nerviosos, el mantenía la calma.
    —Sí, sí. Dime.
    —Te propongo ir juntos a por Rana-Man. Él y su banda no trabajan en ningún territorio de la ciudad en concreto, por lo que a veces pueden irse a tus zonas o a la mía y quitarnos clientela. Aparte, tengo una petición. Que captures a Rana-Man y le tortures para que no pueda escapar, le necesito con vida.
    —¿Y qué gano yo con eso?
    —Como te he dicho antes, tengo información que te podría interesar. Tengo un topo infiltrado en la banda de Rana-Man, me ha chivado que mañana van a robar material en uno de tus almacenes de San Pedro. Además, si lo consigues, te doy mi territorio para ti y tus negocios. Cuando tenga a Rana-Man saldré de Rocket City por un tiempo.
    Lupus sonrió, se quedó un rato así callado, luego se levantó y tambaleandose de un lado a otro llegó hasta Carpenter, se quedó mirándole a los ojos a centimetros de distancia.
    —¡Pero eso está de puta madre, hermano!—abrazó a Carpenter—. ¿Tú eres mi colega? Eres mi   colega, vamos ahí. No te preocupes socio, se va a enterar ese Rano-Man, se va a enterar.









    Un nuevo día comenzaba, eran las 8 de la mañana. Ramón y sus chicos se dirigían a San Pedro, divididos en varios coches. Scott iba de copiloto con Ramón. A pesar de haberse despertado hace unas horas, seguía bostezando de sueño cada dos minutos, estaba más preocupado por dormir que por la misión, a diferencia del resto del equipo. En los dos asientos de atrás estaban sentados Christopher y Marcelo, dos miembros importantes del equipo de Ramón, se tenían mucha confianza entre los tres. Ambos se estaban poniendo un pasamontañas para ocultar la cara durante la misión.
    —Eh, el tío de la máscara soy yo, no me copieis—protestó Rana-Man.
    —¿Estás preparado?—interrumpió Ramón.
    Los coches tomaron el desvío hacia la carretera que llevaba a la montaña. Al cabo de unos minutos entraron por un tunel por el que ya no llegaba la luz del sol, parecía infinito. Tras unos minutos llegaron a San Pedro. Eran las nueve de la mañaba pero allí parecían las doce de la noche.
    Aparcaron de forma sutil cerca del almacén de algodón. Inmediatamente todos comenzaron a salir en silencio. Estaban armados, la mayoría llevaban la cara cubierta. Ramón hizo señas para indicar cómo se tenían que dividir en grupos. Él junto Chirstopher y Marcelo entrarían por la puerta trasera, por la que sólo hay un guardia, acabarían con él y darían la señal; después de la señal el grupo número dos entraría sigilosamente por una de las ventanas, visualizando las posiciones de los guardias de la zona para que Ramón y los demás estén preparados. A Rana-Man de momento sólo le dijo que se tenía que poner a vigilar por si algún vehículo de los colegas de Lupus se acercaba. Rana-Man, de un increíble salto llegó sin problemas al techo del almacén, y comenzó a vigilar.
    —Joder, esto va a ser aburrido—pensó.
    A metros de distancia de allí, en el centro de Rocket City, dónde los cientos de rascacielos parecía que competían por ser los más altos, Rakira observaba la ciudad desde la azotea de las oficinas de Elf Carpenter. Lleva días distraída, estaba comenzando a tener fallos tontos en sus entrenamientos físicos... si Elf se enterase estaba segura de que se enfadaría y le regañaría, aunque no es algo que ya le preocupase mucho.
    Las puertas del ascensor se abrieron, sin llamar demasiado la atención de Rakira. Era Elf, serio y callado. Ella ya le reconocío sin siquiera mirarle. Elf se acercó a ella en silencio, el sonido de sus pasos era el único sonido que se oía aparte del rugido del viento.
    —Prepara tus cosas, en unas horas nos vamos. Hay trabajo que hacer en San Pedro.
    —Vale, jefe—respondío Rakira.
Aún cuando él se fue, no se inmutó ni un ápice, seguía mirando el cielo. Sólo podía escucharse el viento que se movía a gran velocidad.

    Scott ya llevaba bastante rato esperando en el edificio, no estaba seguro de si había pasado una hora o tan solo unos minutos, pero le extrañó no recibir noticias de su equipo. Si no han tenido problemas ya deberían haber salido y avisado, y si han tenido problemas habría escuchado algún disparo. Extrañado fue a investigar. Haciendo un poco de parkour se asomó a una de las ventanas que daban al almacén. Con tantas cajas de madera era dificil ver, pero consiguió distinguir en el centro a Ramón y los suyos, estaban completamente quietos, en frente suya había otros tíos que no conocía de nada. Estaban vestidos de azul. De un salto llegó hacia donde estaban ellos.
    —¡Eh! ¿Qué esta pasando aquí? ¿Quienes son estos pavos, Ramón?
    —Rana-Man, yo...
    Una puerta se abrió al fondo del pasillo, todos se giraron al ver quien era. Algunos se asustaron al verlo.
    —Es “Rana-Man”—respondió.
    Lupus se paró en seco y se echó a reir, tapándose la cara con su mano. Rana-Man y sus compañeros no dijeron nada, estaban rodeados y sin muchas opciones. Los secuaces no decían nada, parece que estaban acostumbrados a eso. El eco de la risa de Lupus retumbaba por todo el edificio, hasta que paró.
    —Es que ha sido taaan fácil, tío—dijo.
    Siguió caminado hacia Rana-Man, tambaleandose un poco en el proceso.
    —Te queremos a ti, Rabo-Man. Uno de tus compañeros te ha entregado, lo siento—se le escapó una pequeña risa tonta.
    —Fui yo—dijo Ramón
    Scott se giró hacia él sorprendido y confundido.
    —¡¿Tú?!—gritó—. ¡¿Tú eras el topo?!
    —Jaja, él es el topo y tú la rana—Lupus se partió de risa.
    —Lo siento, tío, pero Carpenter sabe donde vive mi familia, amenazó con matarla si no te entregaba... lo siento. Pero... ¿sabés qué? Estoy harto, no voy a dejar que un delincuente con la cara azul me mangonee, por muchos aliados que tenga.
    Ramón sacó una pistola y comenzó un tiroteo, ambas bandas se ocultaron entre las cajas para estar a salvo. Las balas volaban y rebotaban en un lado a otro, a veces alcanzaban una caja y la destruían en pedazos. En medio de ese follón, Scott dio un salto hacia arriba y aterrizó en una de las vigas de acero que servián para sostener el edificio. Las balas no podían matarle, pues su piel era increíblemente dura, pero no quería que le destrozaran el traje. Lupus quedó en medio del tiroteo, parecía estar más atento al brillo de uno de los tornillos que cayó al suelo que al propio tiroteo; se quedó embobado con su forma, sus colores... Marcelo salió de su cobertura para atacar, pero, como si de repente hubiese adquirido reflejos felinos, Lupus sacó su pistola y de un solo tiro le dio en la cabeza, dejado un rastro de sangre alrededor.
    —Lo has intentado—vaciló.
    Las balas iban a todas direcciones, una de ellas rebotó tanto que casi acaba alcanzando a Rana-Man


    Con más tranquilidad de la que debería tener en un instante como ese, apoyó los brazos en una caja y comenzó a apuntar. Tenía a la vista a las dos bandas disparándose.
    —Vale, ¿a quién disparo? ¿A los que han intentado joderme o a los que me van a joder si me cogen?—se preguntó a si mismo.
    La banda de Ramón comenzó a tener bastantes bajas, estaban siendo superados en número. Poco a poco fueron cayendo hasta que no quedó ni uno, en ese momento Rana-Man salió de su escondite con los brazos arriba.
    —¡Alto, alto!—dijo gritando.
    Todos comenzaron a apuntarles con sus armas.
    —Las balas no me hacen nada. Están todos muertos, ¿qué tal si olvidamos este lío y yo me voy a mi casita y vosotros a la vuestra? ¡Hombre, Lupus! ¿Cómo estás? Soy un gran fan tuyo.
    Lupus fue tambaleandose hacia Rana-Man.
    —Estate quieto, Ramán, que te quiero contar una cosa.
    Le puso la mano en la cara y comenzó a acariciarle mientras se reía.
    —¿Qué haces?—preguntó.
    —Esto no es una bala.


—Rana-Man, Rana-Man... estás bien jodido.






    Los temblores no cesaban, Scott llevaba días inconsciente, teniendo pesadillas provocadas por los poderes de Lupus. Estaba atado a una silla en un cuarto pequeño y sucio, casi vacío, en una de las muchas bases secretas. De vez en cuando se pasaban algunos guardias para vigilarle, pero no hacía mucha falta, parecía un muñeco de lo quieto que estaba.
    Estaba planeado que a la mañana siguiente llegase Elf Carpenter y se lo llevase, el trato había salido a la perfección. Pero parece que la noche anterior, alguien se le adelantó...
    Unos guardias paseaban por el pasillo, se encontraron un rastro de cuerpos de los suyos tirados en el suelo, inmóviles. El rastro llevaba hasta la habitación donde se encontraba Rana-Man. Fueron corriendo ambos hacia allí, cargando sus pistolas, y se encontraron con ella.
    Acribilló a disparos a los dos guardias sin dudarlo. El fuerte sonido despertó a los demás e hicieron sonar la alarma.
    —Genial—dijo Rakira.
    Desató a Rana-Man y lo cogió en brazos para llevárselo a cuestas.  Sabía que cada vez vendrían a por ella más y más gente, así que intentó ir con prisa. Nada más salir de la habitación se encontró con un tío de frente. Abrió la mano libre que tenía y apuntó hacia él, al instante sus ojos comenzaron a brillar con un tono verdoso. La silueta de una mano verde apareció en el pecho del tío, este se quedó extrañado y se detuvo a observarla. A los pocos segundos comenzó a sentir que su estomago ardía como el fuego y empezó a vomitar sin parar, cayéndose al suelo.
    Con sus poderes, era capaz de provocar síntomas de enfermedades, como vómitos, diarrea, convulsiones... sólo tenía que apuntar bien con su mano y la gente marcada comenzaba a sufrirlas.
    Rakira siguió hacia delante, buscando una salida. La alarma no paraba de sonar y era bastante molesta. Un grupo de diez guardias o más se acercaban por detrás, Rakira los oyó a tiempo para poder sacar su arma y dispararles a todos. Por desgracia falló algunos tiros y los guardias también tenían pistolas. Se escondió como pudo en una esquina que conectaba un pasillo con otro, huyendo de los disparos. Esperó ahí a que los guardias llegasen. No le quedaban balas, por lo que tenía que improvisar. Tiró a Rana-Man al suelo y nada más que los guardias doblaron la esquina intentó pelearse cuerpo a cuerpo. Los guardias, confiados por ser más, fueron a por ella. Mientras se pegaban no se dieron cuenta de que todos llevaban una mano verde marcada en alguna parte de su cuerpo. Y cuando lo notaron... ya era tarde, sus corazones se habían detenido. Cayeron todos al suelo.
    La alarma seguía sonando, pero no parecía venir nadie más. Ella sabía que era solo cuestión de tiempo de que los hombres de Carpenter y de Lupus fueran en masa a por ella a ese lugar. Debía salir de allí cuanto antes, usar de esa manera sus poderes le dejaba exhausta. Con Rana-Man a cuestas, consiguió encontrar la salida de emergencia. Estaba todo muy oscuro, incluso para ser San Pedro. La salida llevaba a un pequeño aparcamiento. Se lió a puñetazos con la ventanilla del primer coche que vió, consiguió romperla aún haciéndose un poco de daño en la mano. Se metieron al coche como pudieron. Por suerte, con el tiempo y muchas misiones de huida a sus espaldas, había aprendido a hacer puentes a los coches, le llevó un par de minutos, pero lo consiguió. Salió de San Pedro a toda prisa, afortunadamente parece que nadie les había seguido.
    Poco a poco, Scott comenzó a despertarse. Sentía como si los párpados le pesasen una tonelada, cuando consiguió abrirlos vio que estaba en un coche, en el asiento del copiloto. Conducía Rakira, desconocía el destino. Ella notó que estaba despierto.
    —Hey, dormilón. Te has perdido una pelea de la hostia.
    Estaba cubierta de sangre. En el exterior la lluvia caía con fuerza, apenas se veía nada.
    —¿A-adónde vamos?—dijo mientras se quedaba sin fuerzas otra vez. Sus ojos se volvían a cerrar, acompañados de unos gritos en su cabeza ensordecedores. Comenzó a temblar compulsivamente hasta que se volvío a domir.
    Volvió a despertar, apenas veía nada , con suerte consiguió distinguir algunos muebles y adivinó que se encontraba en su casa. Estaba tirado en un rincón de la cocina, se seguía encontrando fatal. Rakira estaba por ahí, curándose las heridas.
    Despúes de ese confuso ataque, Scott consiguió recuperar algo de movilidad, pero seguía aterrado. Las articulaciones no paraban de temblarle y estaba hiperventilando. Nunca había sentido tanto miedo, ¿pero a qué se debía? Rakira le vio moverse.
    —Hola, otra vez—dijo—. Te he robado unas cuantas vendas, si te molesta te jodes, que te he salvado.
    Rana-Man hizo un esfuerzo por levantarse. Temblando como un perrito, se apoyó en la encimera de la cocina y poco a poco se fue incorporando.
    —¿C-cómo... cómo has... c-c-como has descubierto m-mi ca...?
    —Uff, estás hecho mierda—observó Rakira con muy poco respeto—. No te ralles, he encontrado tu casa usando los datos de tu móvil, ni Carpenter ni Lupus conocen la dirección; y menos mal, porque ahora mismo estarán recorriendo todos los barrios de Rocket City buscándonos a ambos.
    Scott dejó de temblar, parecía que sea lo que sea que le pasase ya se había ido.
    —Fuera de mi casa.
    —¿Qué?—contestó Rakira, a pesar de que le había oído.
    —Que te vayas de mi casa, yo vivo solo, búscate otro sitio para esconderte—dijo muy serio.
    —A ver, creo que todavía sigues un poco tontito: Lupus y Carpenter nos persiguen para matarnos, y no sé si lo sabes, pero estás así porque Lupus te ha echado una maldición de la hostia sin que te des ni cuenta.
    Cuando dijo eso Scott se miró su mano temblorosa... ¿Una maldición? Pensó. Lo último que recordaba con claridad fue mirarle a los ojos, quizás empezó ahí.
    —Además—prosiguió—, te he salvado la vida. Me quedo aquí. Te jodes—hizo una pausa—. Me voy a la cama. ¿Tienes cama, verdad?
    —¿Cómo paro la maldición?
    —Y yo que sé.
    Scott se moría de rabia, sólo pensaba en cuánto odiaba a Lupus y a Elf Carpenter en ese momento. Rakira se fue por el pasillo a explorar lo que había por allí y ver si había cama. Scott intentó detenerla pero estaba demasiado débil.
    —¡Eh! ¡No vayas por ahí!—gritó.
    Cojeando y enfadado ahora con Rakira también, recordó que tenía una pistola por alguna parte de la cocina y fue a buscarla como pudo para ir a asustarla. Abría los cajones mosqueado, dando portazos, desordenándolo todo y tirando todo al suelo. Abría uno, lo cerraba. Abría otro, lo cerraba. En medio de todo el alboroto volvío por unos segundos las terribles visiones de la maldición, fue tan intensa que se cayó al suelo. Tirando en el camino todo los objetos que había en un estante.

    —¿Qué ha sido eso? ¿Te has caído?—gritó Rakira desde otra habitación.
    Scott no contestó. Había perdido las fuerzas otra vez. Poniendo la mano en la parte más alta que alcanzó de la pata de una silla, intentó levantarse poco a poco. Finalmente lo consiguió y fue a buscar a Rakira. Estaba en la cama de su habitación, mirando por la ventana. Le dio la sensación de que estaba triste, si es que fuese capaz de tener algún sentimiento.
    —Elf Carpenter es un capullo, ojalá se muera—maldició Rakira.
    Scott no dijo nada, sólo se quedó apoyado en el marco de la puerta, mirando al suelo.
    —Fuiste listo, Rana-Man, al dejar de trabajar con él.
    —...¿Tú crees?—preguntó Scott.
    —Sí, esos tíos... Carpenter, Lupus... mejor no juntarse con ellos. No son de fiar. Debí haberlo visto... darme cuenta antes... pero soy tonta. Ya has visto lo que te han hecho a ti por tocarles las narices. Son unos cabrones.
    La vista de Scott se volvió a nublar y cayó al suelo desplomado.
    —¡Hala, al carajo!—exclamó Rakira.
    Intentó levantarse como pudo, otra vez, mientras refunfuñaba. Rakira se levantó de la cama y fue hacia él.
    —Mira que eres capullo tú también.
    Le ayudó a levantarse. Scott, temblando, se volvió a incorporar. Por un momento se quedaron los dos de pie, mirándose seriamente, sin decir ninguna palabra. Realmente Scott no soportaba nada a Rakira, cuando trabajó con ella en algunas misiones no aguantaba su forma tan borde de hablar, y eso que él también es un borde. Tampoco soportaba lo lameculos que era con Elf Carpenter, lo trataba como si fuese su padre. Rakira odiaba a Scott, lo poco sociable que era, y cómo trataba a la gente con aires de superioridad, su egoismo, y eso que ella también era un poco así. Se besaron. Ninguno dijo nada, y siguieron.

Un día más el Sol salía por el horizonte, un día más comenzaba en Rocket City. La alarma sonó con fuerza justo a las ocho de la mañana. Scott se despertó con un dolor de cabeza horrible. No recordaba nada de la noche anterior, debía ser cosa de la maldición, pensó. Los rayos de luz que entraban por su ventana comenzaron a molestarle, se giró hacia el otro lado para seguir durmiendo, pero no sabía que había alguien más con él.
    Se levantó sobresaltado de la cama. Rakira se despertó del grito que pegó. Scott notó que su pelo era diferente, en lugar de tener su melena azul, ahora tenía el pelo corto y pelirrojo.
    —¿Qué pasó anoche? ¿Y tu pelo?
    —Es una peluca. Igual que me tapo la cara, me tapo el pelo. Todo dios reconocería a la asesina pelirroja—contestó.
    —Puta vida.
    Scott se fue a la cocina, intentando hacerse el desayuno. Parecía que los ataques extraños habían desaparecido. Comenzó a cocinar cosas que se iba encontrando por ahí sin tener mucha idea de lo que estaba haciendo, pero no olía del todo mal. Rakira se puso algo de ropa en la otra habitación. Se dirigió a la cocina para hablar con Scott. Se quedó plantada en la puerta, mirándole. Estaba cocinando... ¿algo? Parecían huevos.
    —Illo, ¿por qué no vamos a por ellos?—sugirió.
    —¿Qué es eso de “illo”? ¿Ir a por quién?
    —A por Carpenter y  Lupus, a por quién va a ser. Nos han jodido a los dos. Seguro que si vamos juntos a por ellos no se lo esperan.
   Empezó a oler a quemado, las esperanzas de un buen desayuno se esfumaban.
    —Se te está quemando eso.
    —¡Mierda, las salchichas!—gritó Scott.
    —¡Qué dices, pero si huele a huevo!
    Se sentó en la mesa con un plato aceitoso y con dos cosas negras con forma de salchichas. Las miró con cara rara.
    —Ve tú a por Carpenter si quieres, ya iré yo solo a por Lupus un día de estos.
    —Tú solo de qué—se burlo Rakira—. Venga, te prometo que si me ayudas, me iré de tu casa.
    Scott dio un respingo y enfadado golpeó la mesa. Las salchichas casi se caen al suelo.
    —¡Sí hombre! Tú te vas de aquí sí o sí. Yo vivo sólo.
    —Nop. No estás en posición de negociar... Scott Sanders.
    Ya casi era mediodía. Scott se dio una buena ducha para reponer sus poderes. Mientras se secaba y se iba poniendo su traje, Rakira le iba explicando el plan.
    —Elf controla la mayoría de bandas criminales de la ciudad, tiene hombres por todos lados. Por suerte sus asesinos Blacksweater y Knifemare están en una misión en otra ciudad, pero aún así, si queremos ir directamente a por él nos podemos llevar una buena golpiza. Y con Lupus más de lo mismo
    —Pero cabesa, si los dos tenemos poderes. Podemos pegarles la golpiza nosotros a ellos.
    —Pero cabesa, si vamos a por Carpenter directamente nos atacarán todos a la vez, y con más de cien personas intentando matarnos a la vez no hay poderes ni poderas que valgan. Por eso propongo acabar con cada banda criminal de una en una.
    —Pero para eso tenemos que pillarlos desprevenidos en sus bases. ¿Cómo les vamos a encontrar?—preguntó Rana-Man.
    —Mira—Rakira sacó de su bolsillo un móvil, y después de buscar un rato entre sus aplicaciones, se lo enseñó a Scott—. Tengo aquí apuntadas en el mapa sus ubicaciones.
    —Pues de puta madre. Cómo avanza la tecnología.
    —¿Tienes coche?
    —Tengo uno to guapo.
    —Vaya mierda de canción, ¿no?—criticó Rakira.
    —Qué dices, pero si es un temazo. Mira, le voy a subir el volumen.



    —Uy, si apuntases un poquito mejor casi me matarías—dijo el delincuente.
    —Cállate, esperate un segundo y quédate quieto—contestó Rana-Man.
    El delincuente melenudo le empujó y chocó a Scott contra una máquina recreativa.
    —¿Esa pava que va contigo es Rakira? Creía que trabajaba con Carpenter. ¿Se ha cansado de él?
    —¿No te he dicho que te calles?
    Mientras hablaban Rakira venía de la parte de las máquinas de atrás y se encontró con Scott.
    —Ya he acabado con todos.
    Vio al delincuente quieto frente a Scott.
    —¿Quién es ese? Venga, cárgatelo ya.
    —¡Esperad, esperad!—gritó—¡Si no me matáis puedo daros información muy jugosa sobre Elf y Lupus!
    —¿Y por qué harías eso?—preguntó Rana-Man.
    —Estoy cansado de trabajar para Lupus. Creedme, si vuestro jefe estuviera drogado las 24 horas del día, estaríais hasta la gorrilla.
    Rana-Man y Rakira escucharon atentamente.
    —Elf va a tener esta noche una reunión secreta con Lupus sobre temas de negocios, algo sobre irse a otra ciudad. Es tan secreto que van a estar solos practicamente. Han quedado en la discoteca Malanoche, en San Pedro.
    —¡Pues de puta madre!—exclamó Rana-Man alegremente—podemos ponernos en marcha ahora mismo.
    El delincuente se reincorporó un poco y recuperó el aliento.
    —¿Me vais a matar de todas formas, verdad?—preguntó
    —¡No, hombre! Si nos has ayudado un montón, qué mínimo que dejarte con vida—dijo Rakira muy amablemente.
    —Uff, ¿en serio? Muchas gracias.
    Rakira sacó su pistola y le disparó directo en la cabeza, llenando toda la pantalla de la máquina arcade que tenía detrás de sangre.
    —Vámonos ya—dijo.
    Se montaron en el coche y Scott arrancó motores. Con toda la velocidad  que ese viejo coche les permitía se dirigieron directo a San Pedro. Siempre respetando las normas de circulación, aunque... pasaba algo. Poco a poco mientras avanzaban por la carretera, coches giraban repentinamente y cambiaban su dirección a la misma que la del coche de Scott. Ambos lo encontraron bastante sospechoso.
    —Creo que nos están siguiendo—dijo Rakira.
    —Qué va, es que es viernes. La gente va a San Pedro a emborracharse.
    —El coche blanco lleva media hora detrás, y el copiloto del coche que está al lado lleva una metralleta.
    —Vaya, bueno. Espera.
    Scott cogió un subfusil que tenía al lado del pedal de freno, abrió la ventanilla y poco a poco salió por ella, intentando subirse al techo del coche.
   —¡Pero qué haces, loco!—gritó Rakira.
   —¡Conduce tú! Yo me encargo.
    Se libraron de unos cuantos coches que le seguían, pero aún tenían unos pocos pisándoles los talones. Iban a toda velocidad, ya habían llegado al túnel para entrar a San Pedro. Los coches al no ser una caca como el de Scott, consiguieron más velocidad y al adelantarlos se chocaron con él adrede para que derrapase. Scott intentaba conducir como podía evitando todos los comercios a los que esquivaba a toda velocidad. No pudo evitarlo mucho más tiempo y todos y por no mirar bien hacia dónde se dirigían, se estrellaron contra una tienda de segunda mano.
    El coche estaba destrozado y atascado entre estanterías, acabó enterrado entre bolsas, paquetes y latas de comida. Los dueños de la tienda no paraban de gritar enfadados y dar golpes con un palo al coche. Rana-Man y Rakira salieron por las ventanillas, miraron a su alrededor, parecía que los hombres de Lupus ya no estaban. Salieron de allí corriendo, entre la muchedumbre, empujando a quienes se ponían por delante, parecía que tenían toda la prisa del mundo. Por el retumbar que se oía de la música supusieron que ya estaban por el centro del barrio. Enseguida encontraron la discoteca de Lupus, aunque no parecía haber nadie. Encontraron por la parte trasera una ventana por la que se podía acceder trepando por cajas y contenedores de basura que había por allí tirados. Cayeron en un pasillo. Estaba vacío, apenas había luz que llegaba del exterior.
    —¿Qué hacemos ahora?—preguntó Rana-Man.
    A un extremo del pasillo se empezó a escuchar música a todo volumen. Varias personas entraban por alli, gritando y bailando. Llevaban prendas azules, por lo que parecían agentes de Lupus.
    —Vaya, creo que ya sé dónde está Lupus.
    —Tú ve a por él—dijo Rakira—, yo buscaré sola a Carpenter.
    Por mutuo acuerdo, cada uno se fue por su lado. Rana-Man se acercó a la puerta del fondo del pasillo. No intentó ser sigiloso, con toda la música que salía de allí no podrían oir nada.
Rakira sí fue sigilosa, se movía lentamente entre la oscuridad, acercándose con cuidado a la luz que salía de las puertas que había por el pasillo y se asomaba un poco para ver si había alguien. En ese inmenso pasillo descubrió una especie de puerta corredera, de la que salía luz roja. No tenía ninguna duda, al otro lado de la puerta se encontraba Elf Carpenter, esperándola. Se quedó helada por un segundo, cuando estaba a punto de abrir la puerta, no fue capaz. Era la primera vez que sentía miedo, sabía que Elf no sería amistoso si ella intentaba matarle. Tragó saliva y sin pensar en nada abrió la puerta con tál fuerza que casi la rompe. Ahí estaba él.
Rana-Man abrió la puerta. Allí se encontraba Lupus. Le pareció muy extraño, la habitación estaba vacía y a oscuras de no ser por una bombilla cutre colgada del techo. Se distrajo tanto con ese detalle que Lupus decidió cortar el silencio.
    —Qué pasa, primo—dijo riéndose.
    Entonces la habitación comenzó a cambiar.
    —No sabes cuanto, cabrón.
    —Chachi.
    Scott se sentó en la silla, dedujo que le estaban esperando y que estaba puesta para él.
    —¿Eso son cartas?—preguntó.
    —Sí, ¿te echas una partida? Es un juego llamado Chirp, de animalitos.
    —Vale.


Mientras, en otra habitación...



     —Deja de ser una hipócrita, Rakira. Madura.
    Carpenter se alejó hacia una pared, cargó fuerte el puño y de un golpe derrumbó toda la pared. Parecía que quería escapar de ahí. Comenzaron a caer un montón de escombros que, junto al frío aire del exterior, fueron apagando las llamas muy lentamente.
    —Ah, y por cierto, estás despedida. Ya no trabajarás ni vivirás conmigo.
    Se volvió a poner sus gafas redondas y rojas junto a su chaqueta, y de un salto salió de aquel edificio. Rakira se quedó ahí, inmóvil. Era la primera vez que no le salían las palabras, ni siquiera para lanzar un insulto al viento.
     Mientras, en otra habitación del Malanoche, dos rivales disputaban una épica batalla en un juego de cartas.
    —Veo que has pillado muy rápido las reglas, Rana-Man. Estoy impresionado, sólo te queda una carta—le felicitó.
    —Cuando quiero aprendo rápido. Pero yo aquí he venido a jugar, Lupus. He venido a joder. Te propongo un trato: si yo gano me quitas esta maldición de mierda.
    —Si hombre, estoy fumado sin fumar, pero no soy tonto. ¿Y si gano yo qué me das tú?
    —Si ganas tú... te digo mi identidad y encima te doy mis poderes para ti. Seguro que con tu magia puedes hacer la transferencia.
     —Churra, estas loquísimo. Pero me gusta, me gusta. A ver, enseñame tus cartas, Scott.

    —Ay, Scott, eres muy ingenuo. Vas de chulito por la vida... y así no se puede ir.
    —Al tirar tú el cocodrilo como primera carta, si la última que tienes es el leoncito yo puedo ganar usando solo a la panterita, aunque me queden más cartas en la baraja—explicó muy claramente Lupus—. Las reglas son claras, amigo.
    Scott no terminaba de creérselo, su vida se acababa de ir a la mierda.
    —Tienes que aprender que la vida te da patadas, Scott.
    —Sí, bueno. Yo pensaba que sólo me daba puñetazos.
    Lupus observó a Scott. Le veía como un pobre desgraciado con una vida sin sentido. Le llegaba a dar incluso algo de pena.
    —Está bien—dijo—. Me has caído guay, Señor Sanders. Te voy a perdonar un poco, aunque no me hayas ganado... te quito la maldición.
    —¿Y mi identidad y mis poderes?
    —Ah, no, eso es pa mí. Cuando las necesite... iré a por ti. No sé donde vives, pero ya lo averiguaré, no te preocupes. Anda, mira, te voy a dar otro regalo. Pensaba comermelo yo después de la fiesta, pero...
    La habitación donde se encontraba Rakira estaba cubierta de cenizas, había un olor a quemado insoportable. A ella le daba igual. Seguía quieta, sentada y pensando en lo que Elf Carpenter le dijo. Las luces de San Pedro comenzaron a encenderse, creando un falso amanecer.
Scott entró por la puerta, aunque ya no había puerta. Se había pasado un rato buscando a Rakira, entre tantas habitaciones casi se pierde. Llevaba un kebab en la mano, se lo regaló Lupus y se lo estaba comiendo. Le extrañó que al entrar Rakira no le dijese nada. Decidió empezar él la conversación, sentía curiosidad por saber qué demonios había pasado ahí y por qué estaba todo quemado.
    —Hola—dijo Scott.
    —Hola—contestó Rakira.
    —¿Has ganado?
    —No, ¿y tú?
    —No.  ¿Y Carpenter? ¿Se ha ido?
    —Sí.
    —Vaya... ¿quieres un poco de kebab? Es un durum sólo de pollo.
    —No.
    —¿Segura? Está muy bueno.
    —No.
    Un día más el Sol salía por el horizonte, un día más comenzaba en Rocket City. La alarma sonó con fuerza justo a las ocho de la mañana. Scott se levantó esta vez a la primera. Había dormido bien. Se había levantado con una sensación de felicidad muy agradable. Miró a su cama y observó que había un bulto en las sábanas. Era Rakira.
    —¿Otra vez ha dormido aquí? ¿No dijo que se iría si yo le ayudaba?—pensó.
    Al menos esta vez ambos estaban vestidos. La cara de felicidad de Scott desapareció un poco, y más lo hizo cuando recordó lo que pasó con Lupus. En cualquier momento su vida correría grave peligro. Recordó que en el almacen de algodón de Ramón había una habitación llena de armas, podría ir a recogerlas para al menos poder defenderse.
    Se preparó y fue hacia allá. Así hacía algo productivo por la mañana. Además, por allí había cajas con droga que podría vender. Cuando llegó, recordo que no tenía llaves, pero por algún motivo la puerta estaba abierta. Entró y se puso a inspeccionar los rincones. Encendió todas las luces para ver bien, algo no cuadraba, notaba una presencia.
    —¿Rana-Man?—dijo una voz de mujer detrás suyo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario