martes, 30 de junio de 2015

Poor man (5)

La luz del Sol que me daba en la cara acabó despertándome. Intenté levantarme pero cada movimiento que hacía aumentaba mi dolor en varias zonas de mi cuerpo de forma intensa. Observé a mi alrededor. Este sitio no me suena, ¿estoy en una chabola?


De pronto me pareció escuchar pasos en el exterior. Alguien se acercaba, cada vez se escuchaba más cerca. Una sombra tapó la pared, entró rápidamente.





— ¡Eh, por fin despiertas! ¿Cómo estás?—El hombre me hablaba con toda la confianza del mundo—.
— Pues... me duele todo el cuerpo. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
— Pff, desde anoche. Te dejaron muy malherido.
¡Es verdad! Recuerdo que BlackSweater me dio un golpe muy fuerte que me dejó en el suelo... ¡Un momento, mi traje! Miré mi cuerpo y me toqué la cara para comprobar si lo tenía puesto, pero no. Me puse nervioso y empecé a buscarlo con la mirada por todos los rincones de la chabola. El señor que estaba conmigo se rió.
— Jaja, tranquilo. Tu traje lo estoy lavando en el río, no te preocupes, supongo que no querrás que le diga esto a nadie. Eres un superhéroe de esos que salen por la tele, ¿no? Aunque bueno, tu estás más sucio y pareces un tío de la calle como yo, ¿quién eres?
— Soy Poor man. Vivo en la calle porque soy pobre, lo perdí todo hace unos años y hace poco decidí ayudar a la gente con sus problemas y hacer de esta ciudad un lugar mejor.
— JAJAJAJA, pero si tú necesitas más ayuda que nadie, tío. Estás loco, ¿sabes que ya apenas quedan superhéroes? se podrían contar con los dedos de una mano, los están matando a todos, tío, pero me gusta cómo hablas... ¿has leído lo que ha pasado hace unos días?—dijo mirando al periódico—.
Me quedé intrigado por haber sacado ese tema. Le dije que me lo diese. La noticia estaba en todas las páginas. ¡¡HAN MATADO AL ALCALDE!! Y no sólo eso, se lo han comido. Al parecer, dos personas entraron en su despacho y lo mataron en el momento. La policía desconoce los motivos de por qué hicieron eso.
— Dios... el alcalde ha muerto...—me quedé sin palabras—.
— El alcalde ha palmao. Por cierto, soy El Pesao, me llaman así, encantado.—"El pesao" siguió hablando pero yo no le escuchaba, solo podía pensar en lo que había leído. La ciudad está cada vez peor, dos personas han podido matar al alcalde de la ciudad sin muchas complicaciones, y encima después de esto habrá un caos en toda la ciudad. La delincuencia aumentará... ¿en qué demonios me he metido? No puedo hacer nada ante todo esto... bueno, podría intentarlo, pero no será nada fácil, tendré que entrenarme mucho.
— ¿Tienes hambre? Toma, robé esta bolsa de patatas fritas de un kiosko—se sacó la bolsa de un bolsillo de la chaqueta y me la dio—.
— Gracias, lo necesitaba. Me la comeré por el camino, me voy.
— ¿Te vas? ¿Después de la paliza de ayer quieres seguir por ahí dando palos a la gente con esa tubería? Ni siquiera estás curado de tus heridas.
— Esta ciudad tampoco está sanada de sus heridas, y tengo que ayudarla.
— Qué poético... bueno, si te vas a ir, toma esto, creo que te hará más falta que a mí. Por si las cosas se ponen feas...—me dio una navaja, me la guardé en el bolsillo—.
Cogí mi traje y me lo puse, el paquete de patatas no era mucho pero al menos me quitó algo de hambre y me dio algo de fuerzas para salir por ahí.
Poor man está listo. Cagoenlaputa.
Estuve dando paseos por las calles durante un buen rato para ver si veía algo de lo que ocuparme. Era de día y la gente me miraba raro, pero no me importaba. Me encontré con una cartera tirada en el suelo, tenía dinero dentro y datos personales del dueño, en los que se encontraba su dirección y su nombre. Decidí ir a su casa a devolvérsela. No soy un superhéroe multimillonario de esos que se ven en las películas o en la tele, así que tuve que ir hasta la casa del dueño por mis propios medios... en autobús.




En el autobús la gente seguía mirándome raro. De hecho la señora que estaba al lado de mí se cambió de sitio. Creo que es porque huelo mal, aunque no sé a qué se esperaba que oliese si vivo en el sitio donde seguramente ella eche sus desperdicios.
El viaje estuvo tranquilo hasta que el autobús frenó de repente. Por la ventana podía ver en el exterior gente corriendo y gritando. El conductor abrió las puertas para que todos saliéramos. Salí del autobús para ver qué ocurría. Justo arriba de mí, a mi derecha, había una ventana de un edificio echando un montón de humo, como si hubiera un incendio o algo.
La gente estaba exhausta, todos miraban aquel edificio con temor. Nadie sabía qué había pasado exactamente, y la policía aún no había llegado. Me apresuré hacia el edificio, la gente salía de él a toda prisa, supongo que eran los que vivían en él. Le pregunté a una de las últimas personas que salió, era una mujer algo mayor.
— ¿Qué ha pasado?
— ¿Quién es usted?—preguntó algo desconfiada, seguramente por mis pintas—.
— Eso no importa ahora. Responda a mi pregunta.
— Eh... esto... pues... ha habido una explosión o algo así.
Agradecí a esa señora su ayuda y entré al edificio. Parece que ya estaba toda la gente fuera. No parecía haber nadie más atrapado allí por la explosión, quizás no haya sido tan fuerte. Conforme subía notaba más mi nerviosismo por lo que estaba pasando y me preguntaba sí lo poco que había comido me daría fuerzas para lo que me espera, aunque obviamente no. Escuché ruidos dentro de una casa del tercer piso. La puerta parecía estar abierta, por lo que me acerqué lentamente hacia ella sin hacer ningún ruido.






Lo dejé tirado en el suelo, pero fui un idiota. Cuando me quise dar cuenta, al otro lado de la puerta había otro tío con una pistola apuntándome a la cabeza, y junto a él, otros dos tíos más, con cuchillos.
— ¿Quién te has creído que eres, colega? ¿Te crees que vas a venir a joder lo que estamos haciendo tan fácilmente? Vamos, tira esa tubería—dijo el tipo que me apuntaba—.
Preferí quedarme callado y hacerle caso de momento. En la habitación tenían a un rehén arrinconado, no sé para qué lo quieren, tendré que averiguarlo. Uno de los que iba con cuchillo habló.
— ¿Crees que será cosa de ella? ¿Nos habrá mandado a un tío a detenernos?
— No lo sé, ella suele trabajar sola, pero no sería de extrañar que lo haga por el simple hecho de jodernos. Tú, ven aquí.—me rodeó con un brazo y con el otro me apuntó a la cabeza con la pistola. Me llevó hasta el rehén así y le preguntó.
— Tú, llama a la punky esa, quiero hablar con ella.—el rehén le hizo caso porque si no lo hace sabe que no acabará muy bien, y con las manos temblorosas, cogió su móvil y llamó a quién se le ordenó—.
Sonaba comunicando, mientras esperaban a que alguien cogiera el móvil decidí hacer algo. Di un cabezazo hacia atrás, dándole en la cara al tipo que me apuntaba, en ese segundo le quité el brazo con la pistola de mi cabeza. Se le escapó un disparo hacia el techo. Ahora que no me apunta le meto un placaje lo tiro al suelo, acabando yo encima de él sujetándole el brazo con la pistola. El rehén saltó a por uno de los que tenía un cuchillo, eso no me lo esperaba. Entre tanta confusión le quité la pistola al tipo y la tiré por la ventana.
— Eres tonto, podrías haber usado la pistola a tu favor—dijo el tipo—.
— No soy capaz de matar a una persona, para qué te voy a mentir. Soy nuevo en esto.
— ¿Te crees un superhéroe? Yo que tú me retiraba, chav—le metí una patada en la boca para que se callara—.
El rehén dejó fuera de juego a los tipos con pistolas, no sé quién es, pero dudo que estos tíos lo hayan cogido al azar. Aprovecho para agarrar al de la pistola por el cuello y llevarlo hacia la ventana.
— ¿Qué estás haciendo?
— Voy a decir unas palabras a la gente de la calle.
Llegué a la ventana con el susodicho, daba a la calle, era bastante grande, se me veía el cuerpo casi entero desde fuera. En la calle había mucha gente mirando al edificio, esperando a que algo pasase, la mayoría serían vecinos, supongo. Los otros serán personas que pasaban por allí y se han quedado a mirar el edificio con humo, parece que también estaba la prensa. Me asomé por la ventana, poco a poco todos se dieron cuenta de que estaba ahí, y comenzaron a mirarme. Es hora de que el mundo me conociese.


miércoles, 11 de febrero de 2015

La inteligente Sra. H.A.T (3)

5 de Noviembre, 21:50 

Las pisadas se hundían en el barro que la lluvia había dejado cuando la Sra. Eyston se dirigía a los Laboratios ESV. Dio la vuelta al edificio para entrar por la puerta trasera. La puerta necesitaba una contraseña para poderla abrir, aunque esto no fue una sorpresa para ella. Inmediatamente contactó con su marido.
— Oye, dime la contraseña de la puerta trasera.
El señor Eyston comenzó a buscar por el coche unos segundos hasta finalmente coger una libreta que estaba por ahí tirada. Abrió una página y empezó a buscar.
— 0629.
Cindy tecleó los números que dijo su marido. Una luz verde se encendió sobre la puerta, lo que significaba que estaba abierta.
Cindy abrió la puerta y observó un largo y oscuro pasillo que no se veía a dónde llegaba.
—Voy a entrar— Dijo tras unos segundos mirándolo y sin ningún miedo—.
— Está bien. Ten cuidado.
 Con la luz del H.A.T encendida, Cindy se adentró por los pasillos de ESV. El ambiente era silencioso y oscuro. Se escuchaba el típico sonido de gotas cayendo, a saber dónde. Aquello era un laberinto, suerte que Cindy ya había estado trabajando allí y más o menos se orientaba. Activó la visión nocturna del H.A.T para ver mejor.

Intentó conectar el manos libres para hablar con su marido.
— Cariño, ¿me oyes?
— Sí, te oigo bien.
— Perfecto. Voy a coger los informes y archivos de la sala de enfrente mía, ¿crees que con eso será suficiente?
— Necesitamos pruebas, así que sí, creo que eso servirá.
Cindy entró en la habitación y cogió todo lo que vio: documentos, archivos, informes... se lo metió en los bolsillos y salió de ahí, pero...
— ¿Hm?— La cara de Cindy cambió completamente. No podía estar más confusa y preocupada por lo que acababa de ver—.
—¿Pasa algo?— El marido preguntó preocupado.
— No, nada. Sólo que...
...estoy viendo unas huellas que no son mías.
— ¿Eh? ¿Cómo que unas huellas?
— Las estoy viendo con el detector de calor. Antes de entrar a la habitación no estaban aquí. Es extraño. Son huellas de pies, no de zapatos.
— Cindy, me estás asustando. Ven ya, por favor, podría ser peligroso que estés ahí más tiempo.
— Espera, tal vez sea una de esas personas con las que hacen experimentos en algún lugar de estos laboratorios, si se ha escapado podríamos llevárnoslo y salvarle. Además, sería una prueba irrefutable de lo que hacen aquí.


— Mierda, está detrás de mí.
Se giró y contempló a un tipo alto que le miraba fijamente. No podía distinguir nada más que su silueta y esos ojos amarillos mirándole. No se veía amistoso. Cindy salió de allí corriendo, por los pasillos, hasta encontrar la salida y llegar al coche con su marido. No sabía si le había seguido o si iba a hacerle daño, pero de todas formas estaba a salvo y había cumplido con su misión: conseguir pruebas.