miércoles, 6 de febrero de 2019

Poorman (Final)

Escrito y dibujado por Ranusa




Todos los días de lunes a viernes, el Colegio de Educación Pública del barrio Miraflores abría sus puertas acompañado del sonido de la sirena. A esa hora la puerta se llenaba de padres y familiares que iban a dejar a sus hijos allí. Jason Pickman, un chaval de veinte años acompañaba todos los días a su hermano Todd al colegio y le recogía a las dos de la tarde. Su hermano pequeño siempre salía revoltoso de aquel lugar.

—Mis amigos siempre me preguntan cómo haces para que te crezca tanto el pelo.
—Yo no hago nada—decía Jason mientras se reía—. El pelo crece sólo.
Mientras seguían caminando a casa Jason notó algunas heridas en el brazo de su hermanito, parecían de haberse golpeado con algo.
—Oye, ¿y eso del brazo?—preguntó.
—No es nada...
—Vamos Todd, no mientas. Yo también fui al colegio. ¿Alguien se mete contigo?
—Conmigo no—contestó el hermano—pero sí con un chico de mi clase llamado Tommy. Yo sólo trataba de defenderle.
—¿Tommy? No me suena... ¿Se meten mucho con él?
—Pues... todos los días.

Al día siguiente cuando Jason fue a recoger a su hermano al colegio, se fijó que de entre todos los niños que salían a toda pastilla, había uno que se quedaba sentado en el borde de la puerta. "Ese será Tommy", dedujo. Al aparecer su hermano de entre la multitud le preguntó:

—¿Ese de ahí es Tommy, verdad?
—Sí—afirmó Todd—. Siempre se sienta ahí a la salida a esperar a que se vaya la gente para irse solo a casa.

Jason vio la cara de tristeza de ese niño y sus heridas. No le parecía bien que ir al colegio tenga que convertirse en algo terrorífico, así que decidió hacer algo. De camino a casa le preguntó su hermano la dirección de la casa de Tommy. Su hermano a base de unas pocas indicaciones se lo dijo, no se encontraba muy lejos. Esa misma tarde Jason se dirigió a la casa del chico. Era una casa pequeña de dos pisos con patio trasero; al llamar a la puerta espero unos segundos, hasta que finalmente escuchó pasos y la puerta se abrió una señora de unos treinta años, con piel morena y el pelo recogido; parecía ser la madre de Tommy.

—¡Hola! ¿Está Tommy en casa?
—¿Quién es usted?—dijo mientras le miraba de arriba a abajo—¿Para qué quiere ver a Tommy?
—Verá, mi hermano y su hijo son compañeros de clase, y sé los problemas que tiene su hijo...
—Para—interrumpió la señora—. No sé quién eres, pero si mi hijo tiene problemas o no, creo que no es asunto desconocido, ¿no?

La mujer cerró la puerta de un portazo, dejando a Jason con la palabra en la boca. Él sabía que tenía que hacer algo para ayudar a ese chico. Al llegar a su casa, subió rápidamente a su cuarto. Sólo estaba su hermano, los padres de ambos tuvieron que irse de viaje por un asunto del trabajo, de modo que Jason y Todd tenían que apañárselas solos con el dinero que les enviaban todas las semanas.

—¡Todd, hazte tú la cena hoy, por fa!—dijo mientras subía la escalera a toda pastilla.
Al llegar a su cuarto cerró la puerta y silenciosamente sacó una mochila de debajo de su cama. Al abrirla sacó un traje de tela que él mismo llevaba meses diseñando. Estaba esperando el momento indicado para ponérselo, y el momento era este. Se puso el traje dejó la mochila donde estaba, abrió la ventana y saltó hasta el edificio de al lado.



Me llamo Poorman. Bueno, antes usaba otro nombre, pero ahora la gente me conoce así. Desde que salí por la tele mucha gente sabe de mi existencia. No mucha, la cadena era local, pero al menos hay gente que sabe que puede contar conmigo si me necesita. Desde entonces he dejado de usar mi ropa normal a usar sólo el "traje", aunque tampoco es que tenga mucha ropa que usar. Me paso el día patrullando las calles, voy de un barrio a otro. Cuando veo que alguien está en peligro o necesita algo siempre intento ayudar como puedo, aunque debido a que no soy muy fuerte suelo acabar apalizado. Esta semana llevo un ojo morado, varias heridas de golpe y muchos moretones por todo el cuerpo. La semana pasada logré echar a unos delincuentes de una panadería; cuando recobré el conocimiento su dueño me invitó a comer allí. Se llamaba Connor, me dijo que podía volver siempre que quiera a comer algo si lo necesitaba. En ese mismo instante mientras estaba peleando en su panadería para salvarla, a unas cuantas calles de allí un edificio estaba envuelto en llamas. Murieron dos niños que no lograron escapar. Me lamenté no poder haber hecho nada para salvarlos, pero en ese mismo instante estaba en otro lugar que también me necesitaba, no puedo estar en dos sitios a la vez, ¿qué debería hacer entonces? Tuve muchas dudas respecto al tema, así que con eso comencé una lista de cosas a tener en cuenta si quiero ser superhéroe.

Número uno: no puedes salvar a todo el mundo, por mucho que lo intentes.


Después de un día de horas y horas patrullando por las calles sin hacer nada, llegué a la chabola de mi amigo El Pesao. No vivo ahí, pero siempre me viene bien pasarme de vez en cuando para hablar con él, además de que es muy bueno encontrando comida por ahí. La chabola está a la orilla del río, donde también viven muchos otros sintecho y vagabundos. Bueno, más bien sobreviven.
Al entrar en la chabola me abofeteó en la cara el olor a sopa que El Pesao estaba cocinando.

—Eh, ¿como va eso?—le dije.
—¡Poorman! ¡Sigues vivo!—me saludó con un caluroso abrazo y comenzó a quitar trastos del suelo para que pudiera sentarme—. ¿Cómo te van tus aventurillas? ¿Has matado a alguien ya? Jeje.
—Yo no soy de los que hacen eso. Hoy ha sido un día tranquilito.
—¡Guau! Me sorprende que sean tranquilitos ahora que te conoce todo el mundo, ¡que saliste en la tele, tio! No sé cómo no tienes fans por ahí pidiéndote fotos... espera... ¡sí que tienes! Esta mañana hablé con uno.
—¿Cómo que con uno?—interrumpí.
—Sí, sí. Esta mañana—mientras hablaba me dio un cuenco para servirme la sopa—. Era un joven alto, muy musculoso y con el pelo largo. Preguntó a todos los que estaban por el río para ver si alguno eras tú. Cuando oí que te buscaba le dije que te conocía y me dijese qué quería. Me dijo que era fan tuyo y que le salvaste una vez de un atracador o algo así, le gustaría hablar contigo mañana por la tarde, a las cinco en el puerto cerca de aquí, me dijo.
—Vaya... ¿no has pensado que podría ser un enemigo engañándote?
—¿Qué enemigo vas a tener tú?
—También es verdad

Decidí darle la razón por esta vez. Al día siguiente me dirigí al puerto y estuve dando vueltas por ahí a ver si aparecía ese fan misterioso. El puerto estaba casi abandonado, me parece que sólo se usa como punto de reunión entre traficantes y cosas así. Quizás yo parecía uno de ellos. Mientras paseaba leía los carteles pegados por las paredes, observé, que entre carteles de "Se vende coche" y carteles de Se Busca, había muchos carteles de gente desaparecida, y, aunque había bastantes, no había ni un sólo cartel repetido. Estaba tan metido en mis pensamientos que lo que pasó a continuación me asustó bastante.

El chaval cambió su postura a una más natural y me dijo:
—Es broma, no te iba a contar ninguna historia, es un meme. Supongo que ya sabrás quién soy.
—Supones bien, de todos modos me has gritado tu nombre.
—¡Pues claro!—volvió a poner la pose de antes y puso cara chulesca—¡Los superhéroes tienen que enseñar al mundo su presencia y tener nombres chulos!
—¿Pink Carrot es un nombre chulo?
—He querido reunirme contigo para pedirte tu ayuda. Verás, un chico está teniendo problemas en el colegio y está triste siempre. He pensado que dos superhéroes famosos como nosotros podemos ir a hacerle una visita para animarle un poco, y darle fe.
Decía ser famoso, aunque yo nunca oí hablar de él, pero parecía sincero y me daba confianza que se preocupara por problemas así. Así que acepté. Me dijo que le siguiera hasta la casa de aquel chaval. Cogimos el bus, que nos dejaba al lado... y además pagaba él. Nos sentamos en unos asientos mientras llegábamos.
—¿Y... cuál es el plan?—pregunté.
—Es sencillo, se meten mucho con ese chico en clase, por lo que me contó mi hermano. Y por lo que yo vi, parecía que estaba siempre desanimado a causa de eso, parecía que le daba miedo ir a clase. He pensado que si vamos a su casa y hablamos con él podríamos animarle un poco, que unos superhéroes vayan a tu casa a animarte tiene que subir la autoestima, supongo. No hará que paren de meterse con él, pero bueno, por algo se empieza.

El plan no estaba mal. Aunque no sé si yo seré el tipo al que los niños admiran y esas cosas, y Pink Carrot menos, creo. No sé de dónde había salido este tío, y no se si me sorprende o asusta su actitud. Mientras no miraba me estuve fijando y me pareció que era una chaval joven. Un chaval queriendo ser superhéroe. Y con lo inquieto que es podría meterse en problemas. Si yo soy tranquilo y ya me han pegado tres o cuatro veces...
Unas dos o tres paradas después nos bajamos del bus. Al girar la esquina llegamos a la casa de aquel chaval.
—Ven, por aquí—dijo mientras se metía sigilosamente en unos arbustos—. El crío se suele poner en su patio trasero. Cuando menos se lo espere damos un salto mazo guapo hacia él para sorprenderlo y entonces le hablamos.
—¿Seguro que es buena idea?—pregunté dudoso. Bastante dudoso.
Caminamos agachados por los arbustos, finalmente asomamos un poco la cabeza de entre ellos y conseguimos ver al chico en el jardín. Pink Carrot tenía razón. El chaval estaba sentado en una silla, con la cabeza agachada y mirando a la nada. Se le veía bastante deprimido. Ahí me di cuenta de que tenía que hacer algo y tomé las riendas de la misión.
—Pink Carrot, ¿estás preparado?
—Cuando quieras, Poorman.
Estábamos a punto de salir cuando al otro lado del jardín, una figura salió de los arbustos hacia el chico.

—Eh... ¿Y esa?—pregunté.
—¿No la conoces? Me preguntó Pink Carrot.
—Creía que la conocías tú. ¿Qué hacemos?
La mujer empezó a hablar con el chico. Parecía que ya lo conocía de antes. No oía lo que decía, pero parece que tenía el mismo plan que nosotros.
—¡Espera!—Dijo Pink Carrot—. Treinta años, con piel morena y el pelo recogido... ¡Creo que es su madre!
Seguimos observándoles y parece que el crío poco a poco se fue animando. Sin hacer nada nuestro trabajo allí había terminado, así que nos fuimos de allí. De camino al autobús, todo se volvió negro de repente. Creo que perdí el conocimiento unas horas... ¿pero por qué?





Con algo de esfuerzo logré abrir mis entumecidos ojos. Me encontraba en un sitio oscuro y no lograba distinguir nada a mi alrededor, sólo sabía que estaba sentado en una silla y que, por algún extraño motivo, mi cuerpo se encontraba completamente paralizado. Se encendieron las luces fluorescentes del techo, mis ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la luz. Estaba en una habitación vacía, no había ni ventana. Entonces, la puerta se abrió y por ella entraron dos personas de muy diferente estatura.


Oh, Dios, no... no puede ser él. Era Elf Carpenter. Un jefe criminal con la falsa fachada de empresario honrado ante el público. Antes de mi vida como vagabundo, yo era jefe de una pequeña compañía especializada en la venta de unas baterías especiales y fuentes de energía. Colaboré con él en varios proyectos, hasta que me propuso usar mis productos para fabricar armas y me negué. Tiempo después tuve un "accidente" con el coche la carretera. Mi esposa y mi hija murieron. Yo tuve la mala suerte de sobrevivir.
—¿Qué tal, Robert? Creí que habías muerto—me dijo.
—¡Creías que me habías matado, más bien, gilipollas!
Mientras decía esos insultos comencé a sentir un dolor tan fuerte en el estómago que casi no podía ni hablar. Por poco vomito ahí mismo.
—Ni una palabra más—dijo la chica hasta que Carpenter se interpuso—
—Ya basta, Rakira—al decir eso el dolor cesó—. Me gusta tu nuevo estilo. Siento lo que pasó, pero ya sabes, en los negocios o muerdes o mueres.
—Eres un mierdas sin empatía, ya. No hace faltas que me cuentes tu opinión, que ya lo sabía. Gente como tú se está cargando Rocket City, Elf. Sois mierda que hay que eliminar, y te aseguro que lo haré. Ahora que sé que hay cosas peor que la muerte, no me importa morir si te llevo a ti conmigo.
—Me alegro, Poorman. No tienes que preocuparte, mientras no interfieras en mis cosas, no tienes que temer nada. Ya veré qué hacer contigo, de momento te vas a quedar en esta habitación un tiempo. Rakira, ven por aquí de vez en cuando para vigilarlo.
—Al menos ahora duermes bajo techo, capullo—dijo Rakira.

Los dos se fueron con un portazo que no se oyó porque mis gritos sonaban más fuerte. Seguí gritando e intentando escapar hasta que pasados unos minutos me rendí. Elf Carpenter no ha cambiado desde la última vez que lo vi hace años, y yo sigo perdiendo contra él. Y esa chica... me sonaba de algo. No debía tener más de dieciocho años. ¿Por qué trabajaría para Carpenter? La llamó Rakira, "Rakira"... había escuchado ese nombre en algún sitio. Minutos después la puerta se abrió. Era ella, Rakira. Había venido a vigilarme.

—Hola, amigo—dijo con voz arisca—. He venido a comprobar que no te escapas.
Permanecí ignorándola un rato, no paraba de hablar, sobretodo para insultarme.
—¿Te llamabas Rakira?
—Me llamo.
—¿Por qué trabajas para Elf? No creo que seas su hija...
—¿Y eso qué más te da?—respondió con un tono irritante para acabar la conversación.
—Escucha, sólo quiero que veas que no te conviene trabajar con él... ya viste lo que me hizo a mi cuando no decidí seguir su juego, ¡y sé que no he sido el único! Le pasó lo mismo a Jebh...
Rakira me clavó la mirada cuando dije ese nombre. Yo mismo caí al mismo tiempo que ella.
—Préstame atención... Jeph Marine y yo éramos socios, su empresa y la mía a veces hacían colaboraciones para cosas del estado, y nos iba bastante bien. Llegamos a ser muy buenos amigos, y cuando Elf se unió a nosotros... nuestro negocio nunca fue mejor, pero con el tiempo, se empezó a ver la mentalidad de Elf. Jeph cada vez discutía más con él hasta que llegó a ser una molestia, y antes de intentar matarme a mí, le mató a él. Cuando pasó todo el mundo pensó que era un accidente, pero ahora lo sé. Jeph Marine fue asesinado por Elf Carpenter. Dejando una hija huérfana. Tenía una hija de tres o cuatro años, se llamaba Laura, Laura Marine. No sé qué te habrá contado Elf, pero todo es mentira, ¡Elf mató a tu padre! Y ahora sólo te está utilizando, porque tus poderes son útiles.

En un parpadeo las luces se apagaron en todo el edificio. Rakira se quedó en la habitación, esperando que no hiciese ninguna tontería. Entre todo el jaleo que se oía fuera, se empezaba a distinguir gente peleando.
—¡Maldita sea, qué está pasando ahí fuera!—dijo enfadada— ¡Y por qué no encienden las luces!
Comenzó a mirarme indecisa por no saber si dejarme sólo o quedarse aquí todo el rato.
—Al carajo, me piro. No te escapes ni nada.
Sus ojos se iluminan cuando usa sus poderes, así que usó eso para ver algo en la oscuridad. Además, parecía que era de noche, por lo que menos se veía aún. Rakira cerró la puerta de un portazo, mientras, yo seguía atado a la silla sin ver nada, únicamente oía fuera ruido de forcejeos y golpes. La puerta se abrió de nuevo, aunque había pasado poco tiempo para que fuese Rakira. Se oían pasos que se acercaban hacía mi, se colocaron detrás de mi y notaba como me estaba aflojando las cuerdas para liberarme.
—Hey, Poorman—susurró detrás de mi—¡Pink Carrot ha venido a salvarte!
—Pink C...—susurrré—.No te veo, está muy oscuro.
—No te preocupes, tengo el poder de ver en la oscuridad, sígueme.
Salimos de la habitación a otra mucho más grande, era como una especie de almacén. Se podían ver a los guardias con linternas buscando a Pink Carrot, y, en poco tiempo también me buscarían a mí. Si queríamos salir de allí teníamos que darnos prisa. El chaval parecía bastante confiado, nos movíamos entre las calles y calles de cajas de madera que había por ese almacén esquivando a los guardias y matones, parecía un laberinto. Finalmente encontramos un pequeño hueco en la pared por el que salimos arrastrándonos de allí y comenzamos a correr, antes de alejarnos oí una de Rakira de detener la búsqueda, porque ya se encargaría él. No tengo ni idea de quién es "él", pero no suena nada bien. Salimos del puerto y entramos por unos callejones, y entonces apareció él.

 —¡Mierda, tiene un traje feo, es un villano!—exclamó Pink Carrot.
Se puso delante de mi a modo defensivo, parecía que iba a pelear, aunque le advertí que no era buena idea.


Pink Carrot intentó herirle con sus garras, pero Knifemare le esquivó con facilidad y de un puñetazo lo estampó contra el suelo. Entre las heridas causadas por los cuchillos de antes y ese golpe, quedó inconsciente. La mirada de Knifemare cambió de Pink Carrot a mí. Me miraba estático con el gran ojo que tenía en la máscara hasta que lentamente comenzó a caminar hacia mí.
—No debiste haberte escapado—me dijo.
Yo no podía moverme, la pierna me dolía demasiado, pero sabía que ese no era mi final, alguna forma tenía que haber de ganar a ese tipo; pero parecía tener poderes, una persona normal no podría vencerle, y yo con mi débil cuerpo mucho menos. Mientras se acercaba, aunque la zona estaba iluminada por farolas, a su paso se iba llenando todo de sombra y oscuridad, como si la luz no existiese por dónde el caminaba. Eso me inquietó, pero sólo por un instante, pues él se detuvo, miró las sombras y dijo: 
—Eso no lo hago yo.

"Y entonces pasó"
Desperté, pero esta vez no estaba atado. Estaba tumbado en un sofá, mis heridas aunque me dolían, estaban vendadas. La habitación se iluminaba con la débil luz de una lamparita. Parecía un cuarto de estar normal y corriente. En frente mía había alguien sentado en un sillón, parecía que llevaba ahí horas esperando a que despertara. Apenas podía verle la cara, lo que volvió el ambiente algo cargado y tenso.
—Me has salvado.
—¿Te llamabas Poorman, verdad?—preguntó—. Yo soy Lechuza.
—Has tenido suerte, las heridas no eran muy profundas y pude curarlas, más o menos. Parece que aparte de los cuchillos te ha pegado una buena paliza, ¿no? Tienes muchos moratones.
—Ah... no. Ya los tenía de antes. Espera... ¿has dicho que te llamas Lechuza?
—Sí, supongo que me conocerás—se dirigió a una mesita y cogió una foto que tenía enmarcada para enseñármela—. Mira.



Lechuza... era una de los miembros de Los Guerreros de la Paz, uno de los grupos superhéroicos más famosos del mundo, que han salvado la tierra en  muchas ocasiones, o lo hacían...

—Pero... pensé que estabas desaparecida... ¿y has vuelto para salvarme a mí?
—Estaba retirada... pero cuando te vi por la tele diciendo idioteces, pensé "vaya, tengo que hacer algo o matarán a ese imbécil en dos días".
Admito que esa respuesta no me la esperaba.
—Eh... uh...—balbuceé.
—Cuéntame, qué es lo que te motiva a hacerte el héroe.
—¿Y esa pregunta?
—Tú responde, por favor.
—Es lo que debo hacer—respondí. Cuando estás en mi situación... ves el mundo desde otra perspectiva, y te das cuenta... de que todo se está yendo a la mierda. La delincuencia, la corrupción... todo va en aumento. Yo quiero cambiar eso.
—Pero sólo eres un vagabundo...
—¿Y qué?
—¡Agh!—cruzó los brazos y se sentó, parecía indignada—. Yo también pensaba así. Me pasé años ayudando a la gente, salvándola, siendo una de los heroínas mas famosas del mundo. ¿Quieres un consejo? Déjalo. Tú mismo lo has dicho, el crimen y la corrupción están a la orden del día.
—No entiendo cómo me dice eso uno persona como tú.
—Precisamente por eso. Yo... llevo en esto muchos años, currando cada noche, intentando que la ciudad y el mundo sean un lugar mejor. ¿Y ha servido para algo? No. Déjalo, acabarás muriendo de forma estúpida, como la mayoría.
—Lo que tú digas—le contesté con mal carácter.

Dejé de estar atontado por el desmayo y me di cuenta de que no llevaba ni mi máscara ni mi camisa. No me preocupaba mucho que Lechuza conociese mi identidad, supongo que ella sabe lo que se siente. Miré a alrededores de la habitación a ver si la encontraba.

—Si buscas el resto de tu traje está en la encimera de la cocina—me dijo Lechuza.

No me había fijado que la cocina estaba unida al salón. Estaba decorada con piezas de cerámica y pinturas de otras culturas lejanas. Para ser una persona tan importante en la historia de la ciudad tiene un apartamento bastante normal. Cogí mi ropa y empecé a ponérmela.

—¿Y todas esas vidas que salvaste? ¿No merecen la pena?
—Con el tiempo te das cuenta de que sólo sirven para sentirte bien contigo mismo, pero si te pones a mirar las estadísticas, no cambian ni un ápice. Mientras salvas a uno al otro lado de la ciudad se producen docenas de atracos, violaciones, palizas. ¿Te crees que tú serás el tío especial que cambiará las cosas? ¿Un sólo hombre? Si nuestra generación no pudo hacerlo, la vuestra menos. ¿quién te va a ayudar? Sólo los locos
 —Quizás sea que no hicisteis bien vuestro trabajo

Eso le molestó, pero no tuvo la respuesta agresiva que esperaba.

—Perdona, señor. Estoy segura de que tú lo harás mejor. Y cuando tengas entre tus manos el cadáver de tu mejor amigo, comprenderás que esa es toda la recompensa que obtendrás por esto. Haz lo que quieras. Vete de aquí.
—Tranquila, ya me voy—me dirigí a la ventana para bajar por la escalera de emergencia—. Te demostraré que te equivocas. Porque si vosotros fallasteis fue porque os rendisteis. Y yo no fallaré.

Caminaba por las calles silenciosas, ya empezaba a amanecer. El ambiente estaba frío y húmedo por el alba. De vez en cuando pasaba algún coche por la carretera, rompiendo el silencio. Estaba muy lejos de mi barrio habitual y no tenía fuerzas para nada, además me moría de hambre. Me metí en un callejón a echar una cabezadita, por desgracia no encontré nada con lo que protegerme del frío. Me acurruqué al lado de un contenedor de basura, y ni el mal olor ni todo el frío que hacía podían impedir que mis ojos se cerrasen poco a poco por el sueño. Unas fuertes pisadas detrás mía me despertaron, ¿quién camina por aquí tan temprano? Tenía que pasar por aquí, ahora que ya casi estaba dormido... las pisadas se pararon en seco detrás mía. Seguro que es el tonto de Pink Carrot.

 —¿Es usted Poorman?

No era Pink Carrot, pero si se cree que no me voy a enfadar por despertarme...

 —Sí, soy yo. ¿Qué quieres?


Continuará...
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario