domingo, 26 de agosto de 2018

La Inteligente Sra. H.A.T (Final)

Escrito por: Ranusa




Cindy Eyston trabajaba junto a su marido Charles en los laboratorios ESV, allí realizaban experimentos con humanos, sin ningún tipo de control moral. Cindy siempre cumplía las ordenes de sus superiores: inyectar sustancias químicas y observar las distintas reacciones, tomar nota de los síntomas por falta de sueño, realizar operaciones en órganos vitales... pero nunca se preguntó por qué hacía esto o por qué hacía aquello. "Es en nombre de la ciencia, todo esto ayudará al progreso de la humanidad" pensaba ella, pero de repetir ese pensamiento tantas veces en su cabeza durante años le acabó sonando raro. Tal vez... a estos laboratorios no le importaba la humanidad. Ahora en su cabeza sólo había preguntas, que por más que lo intentó no encontró respuestas. Cindy y su marido abandonaron esos laboratorios, pero no podían olvidar todo lo que habían visto y obviamente su marcha no acabaría con esos experimentos. Cindy y su marido fabricaron un invento, un casco de alta tecnología que le da ventajas e información del entorno que le rodea. Con esta herramienta Cindy se infiltró en los laboratorios ESV y consiguió algunos informes y antiguos archivos, le resultó fácil pues el sitio se encontraba ya abandonado.

Era una de estos días de otoño en los que las tardes son calurosos, pero las noches frías. Eran las 01:00am, los niños Sam y Ana ya llevaban unas horas dormidos. Cindy y Charles se acostaron hace no mucho y se dieron las buenas noches, pero, como todas las noches, ella recordaba el pasado del que se arrepentía tan profundamente, y claro... ¿Cómo podría dormir?
 Después de dar mil vueltas en la cama, cogió el móvil que se estaba cargando en su mesita de noche para ver qué hora era, la luz le cegó por unos segundos. Las 3:00 de la mañana. Fue al servicio a ver si se despejaba un poco. Después de lavarse la cara levantó su mirada hacia el espejo. Por primera vez, no reconocía su reflejo, no se veía a ella misma, al menos, no veía a la persona que esperaba, la persona en la que quería convertirse cuando era niña. Sólo veía un monstruo.

Desde el cuarto de baño oyó su móvil sonar. Era raro que recibiese un mensaje a esa hora. Apagó la luz y se dirigió a su cuarto a mirar qué era. Era un correo electrónico, la dirección de email del que lo envió sólo eran números que parecían puestos al azar. En el correo sólo había un mensaje: "3:30. Calle Saturno, Nº67, Segundo Izquierda". No sabía quién podría haber mandado ese mensaje, pero estaba segura de que era algo relacionado con su antiguo trabajo en ESV. Ir hacia allí podría ser muy peligroso, ¿pero y si no son enemigos? Esa calle se encontraba a unos diez minutos andando desde su casa. "Es obvio que saben dónde vivo, si quisiesen hacerme daño, no necesitarían mandarme un email", pensó. Pero también pensó que si no iba sí que podrían ir a por ella directamente a su casa.
Las 3:16 de la mañana. Sin hacer ningún ruido, se puso el abrigo, cogió el H.A.T y con mucho cuidado cerró la puerta que daba a la calle mientras salía.
Las calles estaban muy silenciosas a esa hora; no había ni un alma, lo único que se oía en ese instante eran los pasos de Cindy dirigiéndose al edificio. A pesar de que Rocket City tenía muchas zonas y barrios que son peligrosos a cualquier hora del día, Cindy vivía en The Hall, un barrio bastante tranquilo que se encontraba casi en el centro de la ciudad, uno de los lugares más importantes de la ciudad ya que en él están edificios importantes como el Ayuntamiento o el Centro Deportivo. Hacía bastante frío a pesar de que quedaba un mes para el invierno, Cindy se puso el casco, para conservar el anonimato a pesar de que quien le haya llamado conozca su identidad. Finalmente llego a aquel piso, la puerta del portal estaba abierta. Las luces no funcionaban, estaba todo llego de goteras y lleno de polvo; parecía abandonado, Cindy subió por las escaleras hasta llegar al piso donde había quedado, la puerta estaba abierta. Intentó entrar despacio mientras conseguía ver algo; había únicamente una pequeña lamparita encendida que no iluminaba ni la mitad de la habitación, pero sí dejaba ver el suelo lleno de papeles, documentos y un corcho pegado a la pared con un mapa. Cindy fue con cuidado, era dificil andar con todo el desorden; cuando llegó su casco inició un aviso de peligro, justo detrás suya. Ella se giró rápidamente y vio a una silueta que salía por la puerta de otra habitación.

—Qué bien que hayas venido, estaba seguro de que el email era algo poco práctico porque podría ser cualquiera el que te lo envíe. Verás...

Se fue acercando poco a poco a la Sra. H.A.T y la luz de la lámpara reveló su aspecto: Era un hombre de unos veintitantos años, andaba algo encorbado y llevaba una sudadera azul con la capucha puesta.  Su rostro era lo más característico, llevaba una especie de máscara con aspecto de la cara de un extraterrestre.

—...Necesito tu ayuda, Cindy Eyston—dijo él.
—¿Quién eres? ¿Esto es una broma?

El hecho de que llevase esa máscara le incomodaba y le hacía desconfiar bastante.

—Quién sea no importa ni importará. Verás, no me queda mucho tiempo de vida, estoy bastante enfermo y no puedo ayudar a mis amigos a completar una misión, y no sabes lo importante que es que la cumplan, por eso necesito que los ayudes. ¿Ves eso de ahí?—señaló el corcho—. Es Sierra Ánima, un pueblo situado en una isla a kilómetros de aquí. Digo mucho "verás", pero, verás, si te he llamado a ti es porque sé quién eres y para quién trabajas y sé que podrías conocer información interesante y podrías ser de mucha ayuda.
—¿Ese pueblo tiene algo que ver con ESV?—preguntó Cindy, quien fue dejando su postura defensiva a estar más intrigada en el tema.
—Eso creemos, verás. ¿Has oído hablar de las extrañas desapariciones de Rocket City?—preguntó el chico.
—¿Desapariciones?
—Sí, ver-... mira, desde hace unas semanas por toda la ciudad se han estado reportando cientos de desapariciones, desde niños hasta personas mayores, y en un número demasiado alto para tratarse de una sóla persona haciéndolo todo. Te preguntarás... ¿y para qué quieren a esa gente?, ¿qué tienen de especial? Bueno... ¿te gustan los superhéroes?
—¿Por qué preguntas eso?—dijo extrañada.
—Por tu forma de actuar y de vestir tan extravagante supongo que la respuesta es sí. A mi también me gustaban, yo conocí a algunos en Industrial City. Bueno, no sé si sabrás que algunos superhéroes no consiguieron sus poderes de ningún modo, sino que nacieron ya con ellos, y al igual que ellos, un pequeño porcentaje de personas en Rocket City, desde hace casi mil años, nacen con esas extrañas habilidades. Hace unos días pillamos a un grupo de soldados bajarse de una furgoneta e intentar secuestrar a un tipo. Investigamos y descubrimos que al igual que él, todas las personas desaparecidas cumplían el perfil de haber nacido con poderes. Hace unos días nos llegó una foto de una furgoneta igual que esa y que se encontraba en aquel pueblo.
—¿Cree que ESV está secuestrando gente y se los está llevando allí?
—Sí. Además, allí se encuentra la fábrica de botellas Indox, creemos que la usan de tapadera. No sabemos para qué, ¿para qué querrían usar a esas personas?
—Para nada bueno, eso seguro—contestó Cindy.

Se escucharon ruidos y pasos en la otra habitación, de ahí salieron dos figuras más hasta que llegaron a la luz.
—¡Oh, Cindy!—exclamó el alien—Estos son los amigos de los que te hablé, son Luciérnaga y George. Saludad.

—Ellos son los que ayudarían con la misión.
—Pero... todavía no os he dicho si acepto.
—No tienes otra opción—dijo Luciérnaga.
—¿Cómo?—dijo Cindy extrañada por esa respuesta tan seca.
—Eh... perdona a Luciérnaga, se toma este asunto muy en serio—explicó el alien—. Lo que él quiere decir es que... verás, te hemos estado observando un tiempo. Sabemos de tu familia y de tu antiguo trabajo en ESV, pero también sabemos que reniegas de él, ¿me equivoco?

Cindy inició una corta pausa hasta que por fin contestó, ahora mucho más seria:

—...Hice... hice cosas horribles allí. De las que me arrepiento. De pequeña quería ser una heroína, y mira toda la mierda que he conseguido. ESV es una empresa horrible, ¡pues claro que quiero acabar con ellos! Pero ir tres personas a un pueblo remoto a ciegas contra un enemigo tan grande es un suicidio.

El alien echó la mirada al suelo y contestó.

—Pero para ser un héroe hay que sacrificar la vida.

El teléfono de Cindy comenzó a sonar, lo oyó de milagro pues justo casi en el mismo instante un coche comenzó a tocar el claxon sin parar en la calle una y otra vez.

—No sé quién le enseñó eso, pero para ser un héroe, hay que salvar a la gente. Suicidándote así no salvas a nadie.

Cindy se asomó al balcón para mirar quién podría llamarle a estas horas. Era su marido, Charles. El coche seguía pitando, lo podía ver perfectamente desde ahí arriba. Cogió el teléfono.

—Charles, cariño, ¿qué haces llamándome a estas horas? Estaba dando un paseo, me has dado un sus...
—¡¿Dónde estás?!—gritó exhausto—. Alguien... ¡¡Alguien se ha llevado a nuestra hija!!
Las manos de Cindy comenzaron a temblar tan rápido que casi se le cae el teléfono. El H.A.T no paraba de pitar por el aumento de su ritmo cardíaco.
—¡¿Cómo?!—gritó como nunca.
—Eh... yo... no sé, escuché ruidos raros en su cuarto y nada más llegar vi a alguien llevársela en brazos y salir por la ventana. Vi que se la llevó en coche.

Charles comenzó a contarle a su esposa las características del coche. El claxon sonaba. Ella miró hacia abajo en ese mismo instante. El claxon sonaba más. Su labio comenzó a temblar. Su marido recordó el número de matrícula. Al mismo tiempo Cindy miró la matricula del coche de abajo. "5855", dijeron a la vez. Tiró el teléfono al suelo sin colgar a su marido, para acto seguido apoyar su pie en la barandilla e impulsarse para saltar directa hacia el coche. Tardó apenas dos segundos en hacerlo, para ella, demasiado tiempo. Antes de alcanzarlo el coche arrancó y salió a toda velocidad de allí. Cindy comenzó a correr con todas las fuerzas que tenía y más para alcanzarlo. El coche giró en dirección norte por una carretera atravesando el parque de al lado. El GPS del casco le indicó que la carretera que tomó no tenía salida y que debía de dirigirse a otra del este. Cindy podía alcanzarlo. Deseaba hacerlo. A través de el parque no se vislumbraba ningún ser vivo y sólo había silencio, que era cortado por los estruendosos pasos de ella corriendo a través de la hierba alta. Mientras avanzaba a toda velocidad pisó una botella, un pequeño cristal le atravesó el pie y comenzó a sangrar. No lo sintió. Siguió corriendo. se acercó a un camino que llevaba a un puente que atravesaba una carretera. Se escuchaba en la lejanía un coche llegar, cada vez más cerca. La luz de este ya le estaba alumbrando a ella. Sólo tenía una oportunidad. Saltó.

El conductor pegó un volantazo que lanzó a Cindy fuera de él. Aterrizó rodando en la hierba, haciéndose algo de daño en el hombro derecho. No logró a verlo pero después de una derrapada, escuchó cómo alguien se bajaba del coche. Comienza a perseguirlo. Tiene la vista borrosa pero distingo que lleva en brazos a su hija. El sujeto se para, da un veloz giro hacia Cindy y saca una pistola apuntando a Ana.


Cindy trataba de recuperar el aliento para poder hablar
—C-Claro que te reconozco. bueno... nunca supe tu nombre, pero eres el sujeto de prueba 188-14. Realizamos el experimento del sueño contigo en ESV. Fuiste uno de los pocos que sobrevivió.
—¡Bingo, ja ja ja! No te preocupes por tu hija, ¡está dormida y la pistola es de mentira! Sólo quería charlar contigo. Aún recuerdo cómo me observabáis a través de esas cámaras para ver cómo reaccionaba a las cosas que me inyectabais. ¿Cuánto tiempo estuve sin dormir? ¿Cuatro meses? ¿Cuatro horas? Qué más dá. El caso, doctora... ¿eras doctora? No me acuerdo. El caso es que vi cosas que mis otros compañeros fiambres no llegaron a ver. Vi la verdad. Lo que se encuentra entre nosotros.
—...¿Qué?—preguntó a duras penas, su cuerpo no paraba de temblar.
—Hice amigos allí. Me hablaron de ti, de nuestro mundo y... el suyo.
Cindy no contestó. Quería que acabara esa conversación lo antes posible, pero él seguía hablando.
—Ellos... no... no, no son de este mundo. Están aquí entre nosotros pero no son de este mundo, ¿lo pillas? como de otra lugar en el tiempo. Y yo lo vi. A través de mis ojos, gracias a vosotros. ¿Crees que estoy loco?—dijo moviendo muy rápido la cabeza a todas direcciones. ¡Ellos me volvieron loco! ¡Me dijeron que pronto llegaría la hora! Vienen aquí, y buscan venganza.
—¿De qué... estás hablando?—no entendía nada de lo que estaba pasando.
—Su dios... está enfadado. Tenga mucho cuidado, Cindy—con sus manos esqueléticas y temblorosas, se puso la pistola apuntando a su cráneo—. Saluda a Alfredo de mi parte.
Apretó el gatillo y sonó un estruendoso disparo que se escuchó en todo el parque seguido de sesos y mucha sangre volando alrededor. Después de cubrirse, Cindy fue directa a su hija. Seguía durmiendo. Parecía que le había drogado para que permaneciera así unas horas. Parecía que el peligro había acabado, aunque ella no tenía esa sensación.

Pasaron días, en ninguno consiguió dormir ni cinco minutos. Eran las nueve de la mañana y Charles Eyston volvía a casa después de dejar a los niños en el colegio. Se dirigió al dormitorio, allí estaba Cindy, sentada en el borde de la cama, encorvada y frotándose los ojos.
—Cariño... ¿estás bien?—andó hasta la cama y se sentó a su lado.
—Sí, es sólo que estoy algo cansada.
—Claro—rió—llevas días sin dormir. Escucha... no te culpes por lo que pasó el otro día, no fue culpa. Y sé lo mucho que te está afectando todo ésto. ¿Aceptaste la propuesta de ese tío raro con careta?
—No sé... no me parece muy fiable, ni el plan ni ellos—contestó Cindy.
—Ya... bueno...—se encogió de hombros.
—¿No quieres que vaya, verdad? Lo entiendo.
—¿Eh? ¡No!—protestó el señor Eyston—. O sea, querer no quiero, pero eso no es mi decisión. Y de hecho, me alegra que sea tu decisión.
—¿Qué quieres decir?—preguntó intrigada.
—Bueno...
—¡Oye!—Cindy le puso la mano en la barbilla a su marido y la giró hacia ella para mirarlo hacia los ojos.
—Bueno... yo también estuve trabajando allí contigo, también me afectaron todas las cosas horribles que hicimos. Y sin embargo, tú has sido la que ha tenido la que ha tenido el valor de plantarle cara e intentar cambiar el pasado, y te admiro muchísimo por ello. Tienes un gran corazón, por eso sé que siempre tomarás la opción correcta. Por eso sé que, aunque me de miedo, debes ayudar a esos tíos. Porque confío en tus decisiones y sé que puedes hacerlo—le da un beso en la mejilla—.
—¿Crees que puedo salvar a esa gente? ¿Tú puedes quedarte aquí sólo cuidando de los niños?
—Claro, además, ya es hora de que busque trabajo. Estudié en la Universidad de Ciencias de RC, ¡seguro que me llaman para una entrevista en ESV, jaja!
A Cindy le gustaba mucho cuando su marido hacía chistes sin gracia porque se notaba que se esforzaba en hacerla reír.
—Muy bien, lo haré. Gracias por animarme.
—No me des las gracias, yo sólo te he recordado que hicieras lo que tu ya sabías que ibas a hacer... o algo así.
—¡Pero el plan sigue siendo absurdo!
—Bueno, ¿y qué más se te ocurre?
—Pues... que necesitamos a más gente.





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